Masacre de Accomarca: 14 de agosto de 1985
El 14 de Agosto de 1985, 69 campesinos del distrito ayacuchano de Accomarca fueron ejecutados extrajudicialmente en la zona denominada LLoccllapampa, por efectivos militares pertenecientes al Comando Político Militar de Ayacucho, que recibían órdenes del general Wilfredo Mori Orzo.
Este mando militar obtuvo información de inteligencia, que indicaba que en la quebrada de Huancayocc había presencia de Sendero Luminoso, y por ello, ordenó al Estado Mayor del referido Comando Militar la elaboración de un Plan de intervención.
El Plan Huancayocc tenía como objetivo: capturar y/o destruir a los elementos terroristas existentes en dicha quebrada. Para ello, se contó con cuatro patrullas: dos asignadas como las Compañías Lince 6 y Lince 7, que tenían por misión destruir una escuela popular; y dos pertenecientes a las bases circundantes a la zona de Accomarca (patrulla Lobo y Tigre), encargadas del bloqueo de posibles rutas de escape.
Durante la mañana del 14 de agosto del referido año, las patrullas Lince 6 y Lince 7 incursionaron al poblado de Huancayocc, y siguiendo lo establecido en el plan de operaciones, ingresaron violentamente a cada una de las casas de los campesinos, a quienes les indicaron que se realizaría una asamblea en la zona de Lloccllapampa.
Sin embargo, algunos campesinos, sumamente asustados y creyendo que los iban a matar (reacción comprensible debido a los abusos que cometían los efectivos militares), decidieron huir y esconderse en matorrales y arbustos de las zonas aledañas.
En tanto, los demás campesinos, que eran más de 63, fueron reunidos en la zona de Lloccllapampa, específicamente en un lugar denominado Hatumpampa. Ahí los militares los dividieron en dos grupos: a los varones los golpearon salvajemente y encerraron en la vivienda del campesino Cipriano Gamboa; mientras a las mujeres y niños en la casa de el también campesino César Gamboa. Previamente, a las mujeres las condujeron a los arbustos cercanos donde los militares las violaron sexualmente.
Tras encerrarlos en las viviendas, los militares acusaron de terroristas a todos los campesinos presentes, sin tomar en cuenta a los ancianos y niños, y procedieron a disparar sin piedad contra las personas recluidas. Ni los desgarradores gritos de los varones, mujeres y niños lograron aturdir a los militares, quienes por el contrario, procedieron a incendiar las casas para finalmente detonarlas con granadas.
Esta masacre ocurrió al promediar las ocho y media de la mañana. Recién a las cuatro de la tarde, y tras cerciorarse de que nadie haya quedado vivo, los efectivos militares se retiraron. Sin embargo, no se percataron de que algunos campesinos lograron sobrevivir, pues se habían escondido en los matorrales. Ellos fueron testigos del condenable suceso.