INICIO DE LA VILOLENCIA TERRORISTA:     CHUSCHI

El 17 de mayo de 1980, la organización terrorista Sendero Luminoso comenzó su guerra contra el Estado peruano al quemar las ánforas electorales en Chuschi.

La historia hasta hoy conocida cuenta que Florencio Conde Núñez, entonces encargado de la Oficina Electoral instalada en Chuschi Ayacucho, dormía la noche del 17 de mayo de 1980 (víspera de elecciones) en el local donde se almacenaba todo el material electoral necesario para el proceso.

En la madrugada del 18 se despertó con los golpes a la puerta de un grupo de desconocidos que decían ser militares de la base de Cangallo. Florencio ha contado decenas de veces que nada pudo hacer cuando un terrorista encapuchado le apuntó con un arma mientras los otros extraían todo el material, que después sería incendiado. Y decenas de veces aseguró que uno de sus hijos, que lo acompañaba esa noche, no se despertó a pesar del ruido.

Pero esas decenas de veces Florencio mintio. O, más bien, disfrazó una verdad para proteger a su entorno. “Yo no estuve en la Oficina Electoral esa madrugada”, reveló con cierta vergüenza Florencio a El Comercio, cuando fue ubicado ayer en el puesto del mercado de Chuschi, donde vende comida junto a su esposa, Diodora Conde.

A unos metros del puesto del mercado estaban sus dos hijos, Julio César y Bernardo, que en 1980 tenían 10 y 14 años, respectivamente, y que ahora son profesores escolares. Fue Julio César quien se animó a contar la verdadera historia. “Todo empezó con una traición”, dijo al inicio de una conversación que fue interrumpida cada vez que las lágrimas le impedían hablar.

EL PRIMER SUSTO

Lo narrado por Julio César Conde ha sido confirmado por varios pobladores de Chuschi, incluidas las autoridades locales. La noche del 17 de mayo de aquel año, un primo de su padre (cuyo nombre se mantiene en reserva) le ofreció a don Florencio tomar una bebida alcohólica. Este aceptó.

Pasaron varias horas y este pariente había conseguido disuadir a Florencio para que siguiera bebiendo. “Toda mi familia pensó que este pariente tuvo algo que ver, que pudo haber estado metido con los “cumpas” (terroristas). Él quería embriagarlo para que dejara sin protección el material electoral”, explicó Julio César.

La madre de los menores, sabiendo que la oficina no podía quedar sin vigilancia, pidió a sus dos hijos que pasaran ahí la noche. Bernardo y Julio César acomodaron unos pellejos de animales en el piso y así durmieron.

En la madrugada despertaron con pánico: entre amenazas, unos supuestos militares les exigían abrir la puerta. Julio César lloraba acurrucado en el pellejo que le servía de cama. Bernardo, con coraje precoz, respondió en quechua: “Manan kichamuykikumanchu papaymi piñakuwanmanku” (“No puedo abrir; mi papá se molestará”). La vida les cambió tan rápido como tarda una patada en tumbar una puerta.

Los senderistas se llevaron todo. Bernardo, dominado por un impulso irrefrenable, corrió en la oscuridad hacia su casa y despertó a sus padres. Don Florencio, zarandeado por la culpa y el miedo (y la borrachera, es cierto), corrió y rescató a su hijo menor. “Lo que más dolió fue ver que mi papá salió sin sombrero. Él jamás salía sin sombrero”, recuerda José Carlos.

 

Docente de Área
Docente de Área

"No hay país democrático, si no hay una cultura democrática, es decir si su gente no es democrática"